La semana pasada se hablo del primero círculo de difusión y quise hablar de una gran potencia de éste circulo. Esta semana haré lo mismo pero centrándome en un país del segundo círculo de difusión, en este caso lo haré de Japón.
Japón representa el único caso de industrialización de una sociedad occidental antes de la Primera Guerra Mundial. La industrialización japonesa, al igual que Rusia, fue impulsada por razones más políticas que económicas. Japón frente a la amenaza de bombardeo del puerto de Tokio en caso de aislamiento comercial, no le quedo otra que la influencia occidental.
Japón aprendió rápidamente y imitó a los países agresores con tal de no aceptar la triste situación de China (países industrializados, ejército potente sin escrúpulos para utilizarlo a favor de sus intereses económicos...), por tanto el deseo de modernizar el país condujo a la llamada Revolución Meiji de 1868.
La revolución Meiji supuso la abolición del feudalismo y la modernización del país en todos los ámbitos con la finalidad principal de disponer de un ejército moderno, capaz de preservar la independencia del país y de llevar a cabo los conquistas necesarias para mejorar su economía.
El crecimiento industrial fue posible gracias a la conquista de mercados exteriores por una doble vía. Por una parte la competitividad: los productos japoneses resultaban baratos porque disponían de mano de obra abundante y por tanto salarios bajos. La competitividad mejoró a través del control de la calidad, especialmente en el caso de la seda. La otra vía fue la violencia. Japón emprendió una política de ocupación militar de territorios foráneos para convertirlos en colonias, de donde podía obtener minerales y materias primas y donde podía vender productos industriales. Obligado a firmar varios contratos que limitaban a un máximo de un 5% los derechos de entrada de sus productos en Japón.
A día de hoy Japón se ha convertido en una de las grandes potencias mundiales, y una de las causas es la misma que la de su crecimiento industrial, su mano de obra barata. Con ella puede fabricar productos de gran valor a un coste relativamente bajo y venderlos por cantidades mucho más elevadas, por tanto obtiene un beneficio al alcance de muy pocos países.
Japón representa el único caso de industrialización de una sociedad occidental antes de la Primera Guerra Mundial. La industrialización japonesa, al igual que Rusia, fue impulsada por razones más políticas que económicas. Japón frente a la amenaza de bombardeo del puerto de Tokio en caso de aislamiento comercial, no le quedo otra que la influencia occidental.
Japón aprendió rápidamente y imitó a los países agresores con tal de no aceptar la triste situación de China (países industrializados, ejército potente sin escrúpulos para utilizarlo a favor de sus intereses económicos...), por tanto el deseo de modernizar el país condujo a la llamada Revolución Meiji de 1868.
La revolución Meiji supuso la abolición del feudalismo y la modernización del país en todos los ámbitos con la finalidad principal de disponer de un ejército moderno, capaz de preservar la independencia del país y de llevar a cabo los conquistas necesarias para mejorar su economía.
El crecimiento industrial fue posible gracias a la conquista de mercados exteriores por una doble vía. Por una parte la competitividad: los productos japoneses resultaban baratos porque disponían de mano de obra abundante y por tanto salarios bajos. La competitividad mejoró a través del control de la calidad, especialmente en el caso de la seda. La otra vía fue la violencia. Japón emprendió una política de ocupación militar de territorios foráneos para convertirlos en colonias, de donde podía obtener minerales y materias primas y donde podía vender productos industriales. Obligado a firmar varios contratos que limitaban a un máximo de un 5% los derechos de entrada de sus productos en Japón.
A día de hoy Japón se ha convertido en una de las grandes potencias mundiales, y una de las causas es la misma que la de su crecimiento industrial, su mano de obra barata. Con ella puede fabricar productos de gran valor a un coste relativamente bajo y venderlos por cantidades mucho más elevadas, por tanto obtiene un beneficio al alcance de muy pocos países.
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